Cundinamarca tierra de luchas agrarias, Sumapáz cuna de inicio de éstas, encontramos el páramo más grande del planeta, desarrollado y habitado por campesinos que por obra de la violencia se han visto forzados a llegar hasta allí, igualmente, aquellos que han llegado atraídos por la esperanza de las bondades de estas tierras, que desde allí campesinos y campesinas resisten contra la hambronería del gran capital y la más brutal etapa de violencia y despojo de tierras contra ellos. Miles de historias, entre desplazados, despojados, amenazados, asesinados, es lo que viene quedando de estas luchas por reclamar lo justo; pero también preciadas enseñanzas de solidaridad, sacrificio, lucha y combate por un mañana prometedor no solo de los habitantes del Sumapáz y Cundinamarca, sino que ha sido una lucha del pueblo y para el pueblo colombiano.
Cundinamarca que ha sido dividida por provincias, que no ha sido límite
para que la lucha se extienda en todo el territorio nacional, desde provincias
como Alto Magdalena donde nos encontramos los municipios de Agua de Dios,
Jerusalén, Ricaurte, Nariño, Tocaima, Guataquí y Girardot, Soacha con Sibaté, pasamos
a la provincia del Tequendama de la cual hacen parte San Antonio, Anapoima, El
Colegio, Anolaima, La Mesa, Tena, Cachipay, Quipíle, Apúlo, Viotá, y enmarcamos
la lucha de líderes y dirigentes agrarios de estas tierras que aun se
encuentran luchando, otros que derramaron su sangre por la misma y que
dedicaron toda su vida a defender sus derechos y no vieron un día de paz, la
provincia del Sumapáz con sus municipios de Arbeláez, Pandi, Silvania, Cabrera,
Pasca, Tibacuy, Fusagasugá, San Bernardo, Venecia, Granada, su parque natural
de una extensión de más de 154.000 hectáreas, de las cuales 88.891 hacen parte
de la localidad 20 de Bogotá, dividida en tres corregimientos: San Juan, Nazareth
y Betania.
Con la fundación de varios municipios entre 1536 a 1794- como Pandi, Tibacuy, Granada y
Fusagasugá, este territorio se constituyó bajo el nombre de Hacienda Sumapáz.
La región estaba constituida por varias haciendas como Sumapáz alto, El Chocho,
Doa y el Hato. Pasaron pocos años de “tranquilidad y estabilidad para los
campesinos” puesto que trabajaban como esclavos o arrendatarios, debido a la imposición
del latifundismo, que provocó enormes conflictos entre colonos y supuestos
propietarios, dando inicio a una época de abuso y explotación por parte de los
terratenientes, latifundistas o hacendados hacia los arrendatarios, quienes
tenían que trabajar en las haciendas con bajos salarios y siendo atropellados
sus derechos, viviendo con sus familias, unas deplorables condiciones de vida.
Los trabajadores no soportaron más humillación, fue así como a mediados de
1918 los campesinos crearon un sistema de resistencia, que da inicio al
surgimiento de las luchas agrarias en varias regiones del país, como Marquetalia,
El Pato, Rió chiquito, Guayabero y Sumapáz, En este último, los principales impulsores
y orientadores, quienes luchaban por la
tranquilidad y el bienestar del pueblo en el aspecto social y agrario,
fueron Erasmo Valencia y Juan de la Cruz Varela, organizadores de las colonias
en Guatimbol, lucha que iba mas allá de dialogar con los hacendados, puesto que
ya estaban organizados y armados para combatir contra los campesinos, con el
grupo de los “pájaros” grupo armado de carácter paramilitar, y netamente
conservador, cuyo centro de operaciones se ubicaba entre Pandi y Venecia
(Cundinamarca), organizado por el terrateniente Antonio Vargas.
Bajo el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, se clausuró el
Congreso, se ilegalizó el Partido Comunista y se organizó la nefasta policía
chulavita, que desataría la persecución contra el Partido Liberal y
posteriormente contra los reductos comunistas que eran donde se concentraban
los trabajadores para realizar su lucha.
El lugar de concentración de los chulavitas en el Sumapáz fue la Concepción,
a este sitio fueron llevados varios líderes campesinos, entre estos el líder y
organizador de la resistencia Jorge Eliécer Táutiva contra el latifundista
Pardo Rocha. “el joven
Eliécer Táutiva, hermano de Carlos Julio, estimulado en la lucha por su padre
Carlos Julio Táutiva, convencido luchador contra los Pardo Roche, es detenido
por chusmero y llevado a La Concepción ante el corregidor Camacho; es
terriblemente torturado, le quitan la piel de las manos y las yemas de los
dedos por el delito de tocar tiple; también le quitan la piel de la planta de
los pies, lo llevan para Cabrera, en el río Sumapáz, en el sitio de Peñas
Blancas, lo siguen torturando, lo castran, le rompen las piernas, le amarran
una piedra al cuello y lo lanzan a las turbulentas aguas del río…”1.
Este asesinato, como muchos otros que sucedieron, fue motivo para la lucha
y resistencia de la organización campesina, metiendo a esta población del país
en una de las etapas más duras de resistencia civil.
Este conflicto llevo a la toma drástica de decisiones, algunos con sus
familias se desplazaron hacia las
montañas del Meta y Huila, dejando todo a su paso, otros quedaron resistiendo
la fuerte acción del gobierno y sus chulavitas, situación que llevo a que
muchos de los combatientes campesinos se entregaran al enemigo e inclusive
sirvieron de colaboradores, para que así se desatara la más cruenta
violencia contra el campesinado, que
después de perder varias vidas, y ante las consistentes condiciones del conflicto, se vieron
obligados en cabeza de Juan De La Cruz Varela a organizar una resistencia
campesina de jóvenes y adultos desde las montañas.
En el régimen de Laureano Gómez durante los años 1952-1953, se ordena un
bloqueo económico a la región del Sumapáz para evitar el abastecimiento a la
guerrilla. Por lo cual, Juan de La Cruz Varela responde organizando sus hombres
y constituyendo frentes guerrilleros de resistencia y ataque. Que dio como
resultado el destierro de los chulavitas en la concepción al poder entrar en
contacto directo con las guerrillas del Tolima, específicamente con el teniente
Solito, esto para el 3 de mayo de 1953, que al igual llegó la época del desarme
ordenada por el entrante Gustavo Rojas Pinilla al poder, quien bajo la política
de “Seguridad Nacional” inicio los diálogos con los reductos liberales, pájaros
y chulavitas, dando lugar a un aparente periodo de calma durante 12 años.
Periodo en donde murieron asesinados varios jefes liberales como Guadalupe
Salcedo y Sangre Negra, mientras que la
consigna continuaba siendo, matar a los comunistas y acabar con sus
autodefensas campesinas, consigna compartida tanto por el pueblo que tenia
simpatía y compartía ideales liberales, como por conservadores y por la
Iglesia, que veían afectados sus intereses económicos por la ideología
comunista. El cura párroco Manuel Leal, del municipio de Cabrera, levantó
comisiones anticomunistas que se encargaban de informar en Bogotá sobre las
gentes organizadas. Se decretaron una serie de operaciones militares desde
Pandi hasta Cabrera ordenadas por el general, al punto que los pobladores
tenían que portar un salvoconducto que era preguntado por los militares y aquel
que no lo portara, era arrestado y enviado donde el párroco, quien decidía si
debía ser llevado al campo de concentración ubicado en Cunday donde se
practicaban las torturas más crueles.
La violencia cada vez se agudizaba más, puesto que debido a la represión
por parte del gobierno, llevaron a que las guerrillas del oriente del Tolima y
del Sumapáz se reunieran para dar una ofensiva en donde murieron muchos
militares. Ante la decidida resistencia de las fuerzas de la región, el general
Rojas abandonó, en 1957, “La pista de aterrizaje”, un sector ubicado en la
parte plana del Sumapáz, que funcionaba como pista de aterrizaje y centro de
dirección de operaciones, para este periodo el recién constituido municipio de
Cabrera estaba pasando una etapa de tranquilidad. Aunque era habitado por
comunistas, liberales y conservadores, se vivía bajo parámetros de tolerancia
política. En este ambiente, llegó Juan de la Cruz Varela a la presidencia del
consejo de Cabrera.
Quienes lucharon en esta época al lado de Erasmo Valencia y Juan de la Cruz
Varela fueron: Leopoldo García en Fusagasugá; Paulino Beltrán, Gregorio Mora y
César González, con sus hermanos en Pasca; Pedro Pablo Bello y José Alfredo
Rojas en Icononzo; Evelio Bobadilla, Pedro José Acosta, Jesús Castro, Dionisio
Varela Aldana y Filiberto Romero en Cabrera. Fermín Suárez se encontraba en
Venecia, entre tanto en el Alto Sumapáz estaban Diociteo Molina, José Mesa,
Alfredo Adames, Reinaldo Pardo, Marcelino Hernández, José Cubillos, José
Macana, Reinaldo Riberos, Salvador Castellanos, Ángel María Táutiva, Carlos
Julio Táutiva, Gualberto Clavijo y los hermanos Guchuvo entre otros.
Durante el año de 1957 se inicia los diálogos con los guerrilleros del Sumapáz
y el oriente del Tolima, con la llegada de la junta militar integrada por los
generales del ejército Gabriel Paris, Rafael Navas Pardo y Luís Enrique Ordóñez.
Del grupo armado fue delegado el campesino Julio Alfonso Poveda para organizar
una reunión con el ministro de gobierno a la que asistieron varios campesinos y
el líder agrario Juan de la Cruz Varela. Después de varias horas de diálogos se
llegó al acuerdo de la amnistía y el desbloqueo económico a las regiones. Por
parte del los guerrilleros se comprometieron al cese de hostilidades y de
regresar a sus parcelas. Cabe destacar que las partes cumplieron con lo
acordado, el gobierno de la junta militar retiro sus tropas del Alto Sumapáz y
respetó la vida de los amnistiados. Los campesinos enterraron las armas y
volvieron a sus parcelas, después de esta oleada de violencia y con el fin de
la dictadura, los campesinos del Sumapáz, intentaron de nuevo regresar a sus
parcelas donde sólo quedaba el rastro de la violencia, los pobladores ahora se
enfrentaban a otra clase de violencia por parte de los liberales patrocinados
por jefecillos políticos, preocupados por los conflictos de la región. Juan de
La Cruz Varela reunió a varios liberales que estaban en desacuerdo con las
fechorías e iniciaron una tregua.
La arremetida anticomunista no cesó con la conformación del Frente Nacional
la gente que se habían organizado en
guerrillas, sin dejar las armas regresaron a sus tierras. Otros se dedicaron a
colonizar varias regiones como El Pato, Caquetá, Guaviare. En los municipios de
Pandi, Villarrica, Pasca, Cabrera, Icononzo y el Alto Sumapáz también se
arrancó con esta “colonización armada”. Con la entrada del gobierno de Alberto
Lleras Camargo se crea el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), esta
institución se encargaba de atraer hacia sus filas ex combatientes que se
volvieron contrarios a las organizaciones populares. Incluso algunos de ellos
se, encargaron del posterior señalamiento y persecución de sus miembros, lo
cual dejaba ver que la violencia no paraba por parte del gobierno, ahora se
perseguía y se asesinaba dirigentes campesinos. Todo esto bajo la sombra y
amparo del estado. Debido a ello se organizó el Comité Pro-Paz del Sumapáz y
del oriente del Tolima precedido por Jorge Enrique Castellanos, así como la
organización de sindicatos agrarios en los municipios de Cabrera, Nazareth,
Venecia y Fusagasugá con sede en San Juan de Sumapáz.
En su afán de justificar el aniquilamiento del movimiento agrario y popular
Álvaro Gómez Hurtado denomina las
regiones de Marquetalia, Rió chiquito, Pato, Guayabero, Sumapáz y Viotá, como
“Repúblicas Independientes”. De esta manera, se hace una confusión de lo que
sucedía allí, donde los conflictos se resolvían pensando en el bienestar de las
partes implicadas. Justificándose en las afirmaciones de Gómez, Guillermo León
Valencia, presidente en ese entonces, inició su arremetida contra la región de
Marquetalia, y, posteriormente, contra las otras regiones, encontrándose con
una fuerte organización campesina, abanderados bajo el Movimiento
Revolucionario Liberal encabezado por Alfonso López Michelsen y por orientación
del Partido Comunista, varios líderes del movimiento agrario de Sumapáz y
oriente del Tolima participan en elecciones públicas. Esta participación es de
gran importancia para dimensionar el estado de las luchas campesinas y sus
plataformas políticas. Con la reforma agraria de 1961, establecía la venta de
tierras de los latifundios al INCORA para ser parceladas y vendidas a plazos a
los campesinos sin tierra. Reforma que se convirtió en negocio para los latifundistas,
puesto que no le generaba una política clara de beneficio al campesinado, que
cada vez estaba más lejos de obtener sus tierras. Para evitar los trámites
jurídicos y burocráticos que favorecían únicamente al latifundista se creó la
Federación Nacional de Agricultores de Colombia (Fedenagric), que fue un
esfuerzo de la Federación Sindical de Trabajadores de Colombia, la cual buscaba
sindicalizar a los trabajadores del campo, iniciando una nueva lucha desde el
sector sindical que agrupaba trabajadores, en 1963 se crea el sindicato
nacional del INCORA: Sintradin. Que tenía como prioridad la defensa de los
trabajadores oficiales, la estabilidad económica, el mejoramiento monetario y
el derecho a la contratación. Motivo por el que las directivas del INCORA
tomaron represalias en contra de los trabajadores, se inicio un proceso de traslado
de trabajadores a regiones apartadas, inclusive hasta el despido masivo de
trabajadores. Se crea un esquema de lucha mancomunada de campesinos, junto con
directivas del sindicato, con la consigna “los de abajo también se
convertirán en propietarios”, los campesinos exigieron al gobierno que
adquiriera y distribuyera tierras, en el Sumapáz para aparentar que se estaba
cumpliendo con tales exigencias distribuyeron y entregaron títulos de tierras
que pertenecían a los campesinos hacía más de cincuenta años. En 1970, el
presidente Alberto Lleras Camargo dicta el decreto 775 mediante el cual se crea
una organización con una estructura nacional partiendo desde las veredas, el
corregimiento y los municipios. El mismo año se crea la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos (ANUC) la cual nace en distintos municipios y departamentos en los
cuales se desarrollan diferentes campañas municipales de organización, en los
que los campesinos se integran, con gran entusiasmo, frente a la promesa de
adquirir tierras y créditos, de esta forma y con grandes garantías, crece y se
fortalece independientemente del estado, teniendo en cuenta que los campesinos
estaban cansados de tantas farsas y obstrucciones por parte del gobierno para
la reforma agraria, deciden con el ministerio de agricultura y el INCORA hacer
presión con numerosas marchas por todo el país, pero dentro de la organización
se están dando inconformismos y diferencias ideológicas, que más adelante
divide la organización en Anuc línea Sincelejo y Anuc línea Armenia como era de
esperarse se debilita el movimiento campesino y se agudiza la represión a
sectores revolucionarios y progresistas.
Fue entonces cuando se creó la Confederación Sindical de Trabajadores de
Colombia (CSTC), la cual crea una federación agraria en su seno, y se emprende
la campaña de reorganización del sindicato de agricultores tratando de crear
así varios sindicatos como lo fue la federación agraria Fenagric, que no tuvo
personería jurídica, y tuvo un periodo de vida corto, la comisión preparatoria
del congreso presento al comité ejecutivo de la CSTC unos principios que debían
servir a la nueva organización. Se llamó al campesinado y a los sindicatos
reunidos de todo el país para que se vincularan al nuevo ente sindical, esto
con el fin de buscar la unidad de acción para enfrentar a los latifundistas y
al gran capital, el gobierno aprobó los estatutos y se dio vida a la nueva
Federación Nacional Sindical Agropecuaria (FENSA), durante un aniversario más
de la masacre de las bananeras, se conto con el apoyo de la CSTC. En él
participaron comités de ANUC, empresas comunitarias, comités de cafeteros,
FANAL (UTC) y delegados fraternales de Ecuador, Venezuela, Unión Soviética y
del Congreso Permanente de Unidad Sindical de Trabajadores de América Latina
(CPUSTAL). Esto acarreo una serie de señalamientos por parte de los
latifundistas, buscaban con maniobras lograr desestabilizar la nueva
organización, luego de diferentes procesos jurídicos, en el año de 1978, se
logro darle validez jurídica a la federación por medio de la queja puesta a la
organización internacional del trabajo por intermedio de la Federación Sindical
Mundial, FSM, mientras las organizaciones luchaban jurídicamente en los campos
y veredas del país se desató una ola de represión que originó la destrucción de
numerosas organizaciones sindicales, la detención y tortura de decenas de
trabajadores como los compañeros Jorge Medina, en Ciénaga, Magdalena; Armando
Pabón, en Apartado, Antioquia y Pedro Pablo Bello, diputado por Cundinamarca y
presidente del Sindicato Agrícola de San Juan de Sumapáz, abaleado en Bogotá, a
pesar de estas circunstancias, la creada organización seguía en su auge con la
participación y vinculación de numerosas organizaciones agrarias, FANAL y ANUC,
de cabildos indígenas, empresas comunitarias y cooperativas, entraba también a
hacer parte de una u otra manera organizaciones de otros países ligadas al
campo, en particular de los países socialistas, reflejando ello la comunidad de
intereses de todos los que luchan contra el dominio de los capitales multinacionales
y de sus secuelas de atraso, hambre y violencia.
Estos y varios acontecimientos más surgen entorno el gobierno de Julio
Cesar Turbay Ayala, con su mandato y polémico Estatuto de Seguridad, convocado para contrarrestar los diferentes movimientos rebeldes
surgidos en la década anterior y donde fueron frecuentes las torturas,
desapariciones forzadas y otras violaciones a los derechos humanos, que provocaron el
exilio de numerosos intelectuales, entre ellos el escritor Gabriel García Márquez2. La política colombiana empieza a girar entorno a diálogos de paz
con las guerrillas colombinas, es el caso del gobierno de Belisario Betancourt
quien firmo acuerdos de dialogo con la guerrilla de las FARC, el M19 y el EPL,
que generaron la vinculación de guerrilleros de las FARC en el partido político
Unión Patriótica, al cual hacían parte sindicalistas, trabajadores,
organizaciones campesinas y de derechos humanos, en si era un frente amplio que
se prestaba para que los diálogos llegaran a una verdadera solución, pero esto
no fue muy bien visto por algunos
sectores al punto de empezar una arremetida contra el partido político Unión
Patriótica, hasta llevarlo a su exterminio y el de la mayoría de su dirigencia,
que eran desde lideres sindicalistas, agrarios, políticos, en fin otro golpe al
pueblo colombiano, para el siguiente periodo se viene una aun mas agudizante
situación con el asunto de las tierras, cada vez el latifundio tiene más tierra
y el trabajador, cada vez más pobre y explotado la tenebrosa alianza
conformada por gamonales, latifundistas, hacendados y mafiosos, para impedir
las reformas que estaban planteando las organizaciones campesinas, los sectores
democráticos y los grupos de izquierda. Para crear el clima adecuado se
satanizó a los sindicatos agrarios y a los líderes obreros y campesinos, al
mismo tiempo se les acusó de tener vínculos con los guerrilleros.
En este ambiente se disparó la guerra entre el ejército y el movimiento guerrillero: cuando se expulsaba la guerrilla llegaban los grupos paramilitares y sembraban el terror; como consecuencia los campesinos abandonaban la región. La estrategia de las autodefensas, para acaparar la tierra, la explicó muy bien el ex paramilitar Jairo Castillo, alias Pitirri: “unos iban matando, otros comprando y otros legalizando”.
El resultado es tenebroso. La Fiscalía calcula que en dos décadas el número de muertos producidos en esta larga guerra asciende a 165 mil; las masacres de campesinos, a 1.300 y los desaparecidos suman 31 mil. Cuatro millones de campesinos fueron obligados a abandonar sus finquitas; la Procuraduría calcula que el número de hectáreas arrebatadas a sus dueños, o abandonadas, asciende a 5,5 millones; el 11 por ciento de la superficie agraria del país.
Los usurpadores legitimaron el atraco con relativa facilidad; muchos campesinos no tenían legalizada la propiedad de la tierra y la informalidad ayudó a despojar a las víctimas. Además, los actores armados3 “habían penetrado notarías, oficinas de registros públicos y regionales del INCORA, para acabar con sus registros. Se sabe que Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, comandante del Bloque Norte de las AUC, quemó 20.000 folios de las notarías de Valledupar. En otras zonas, como en Sincelejo, se amenazó e incluso asesinó a funcionarios”4. La década de los ochentas estuvo enmarcada por una sangrienta lucha, muerte de sindicalistas, y exterminio de organizaciones sociales, por ende el pueblo colombiano no podía dejar que se le siguieran violando sus derechos y viene la creación de nuevas organizaciones, otras retoman sus nombres de anterior lucha, se organizan los estudiantes, se organizan los obreros, campesinos y campesinas, la época de la creación de organizaciones de lucha por la defensa de los derechos de la clase obrera y trabajadora y algo muy importante se impulsa la asociación nacional de mujeres campesinas e indígenas de colombia, organización gremial de género, de servicio social, que se organizó inicialmente en torno a la gestión de los programas oficiales para mujeres y prontamente asumió la defensa de los intereses específicos de las mujeres campesinas. Constituida por asociaciones departamentales de mujeres campesinas, indígenas y negras, las cuales aglutinan asociaciones primarias de carácter municipal y corregimental, de la misma naturaleza, cuyas asociadas están vinculadas al área rural o que hayan sido desplazadas por la violencia. Su mayor presencia se encuentra en Boyacá, Huila, Cundinamarca, Chocó, Quindío, Arauca y Atlántico.
En este ambiente se disparó la guerra entre el ejército y el movimiento guerrillero: cuando se expulsaba la guerrilla llegaban los grupos paramilitares y sembraban el terror; como consecuencia los campesinos abandonaban la región. La estrategia de las autodefensas, para acaparar la tierra, la explicó muy bien el ex paramilitar Jairo Castillo, alias Pitirri: “unos iban matando, otros comprando y otros legalizando”.
El resultado es tenebroso. La Fiscalía calcula que en dos décadas el número de muertos producidos en esta larga guerra asciende a 165 mil; las masacres de campesinos, a 1.300 y los desaparecidos suman 31 mil. Cuatro millones de campesinos fueron obligados a abandonar sus finquitas; la Procuraduría calcula que el número de hectáreas arrebatadas a sus dueños, o abandonadas, asciende a 5,5 millones; el 11 por ciento de la superficie agraria del país.
Los usurpadores legitimaron el atraco con relativa facilidad; muchos campesinos no tenían legalizada la propiedad de la tierra y la informalidad ayudó a despojar a las víctimas. Además, los actores armados3 “habían penetrado notarías, oficinas de registros públicos y regionales del INCORA, para acabar con sus registros. Se sabe que Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, comandante del Bloque Norte de las AUC, quemó 20.000 folios de las notarías de Valledupar. En otras zonas, como en Sincelejo, se amenazó e incluso asesinó a funcionarios”4. La década de los ochentas estuvo enmarcada por una sangrienta lucha, muerte de sindicalistas, y exterminio de organizaciones sociales, por ende el pueblo colombiano no podía dejar que se le siguieran violando sus derechos y viene la creación de nuevas organizaciones, otras retoman sus nombres de anterior lucha, se organizan los estudiantes, se organizan los obreros, campesinos y campesinas, la época de la creación de organizaciones de lucha por la defensa de los derechos de la clase obrera y trabajadora y algo muy importante se impulsa la asociación nacional de mujeres campesinas e indígenas de colombia, organización gremial de género, de servicio social, que se organizó inicialmente en torno a la gestión de los programas oficiales para mujeres y prontamente asumió la defensa de los intereses específicos de las mujeres campesinas. Constituida por asociaciones departamentales de mujeres campesinas, indígenas y negras, las cuales aglutinan asociaciones primarias de carácter municipal y corregimental, de la misma naturaleza, cuyas asociadas están vinculadas al área rural o que hayan sido desplazadas por la violencia. Su mayor presencia se encuentra en Boyacá, Huila, Cundinamarca, Chocó, Quindío, Arauca y Atlántico.
Los retos
siguen, si la lucha para, la arremetida del estado y del acaparamiento del
poder capitalista, sistema que se veía venir, para la década del 90 se
planteaban temas y retos ante los cuales el campesinado debía pronunciarse. Uno
de ellos es la Constitución de 1991, que consagra muchos derechos sociales y
mecanismos de participación y un nuevo proyecto de ley de reforma agraria que
imponía un nuevo esquema de reforma a través del mercado. A las luchas
tradicionales por la tierra y la política agrícola, se han unido en los últimos
años protestas por los derechos humanos y por las necesidades básicas como
infraestructura y servicios, lo que hace a los campesinos participantes de las
crecientes luchas cívicas. Entre las 158 luchas agrarias de 1991 a 1994, hubo
27 paros cívicos con participación
campesina, 82 movilizaciones y 43 tomas de entidades5.
El campesino
queda involucrado en la producción de cultivos ilícitos, puesto que se marca
como único medio productivo de subsistencia, ya que para esta época el
narcotráfico tiene su auge de crecimiento, en 1996, las organizaciones
campesinas vuelven a tener un papel importante en la historia del movimiento
social en Colombia, por las multitudinarias marchas campesinas cocaleras en
contra de las fumigaciones. Estas marchas movilizaron a más de 300 mil
campesinos y fueron el origen de la Coordinadora de Cultivadores de Coca y
Amapola, la cual concretó su funcionamiento en el 2000 para enfrentar el Plan
Colombia manteniendo una oposición firme a las fumigaciones de cultivos de uso
ilícito proponiendo planes alternativos.
Gracias a estas
movilizaciones se recordó la tradición agrícola de nuestro país y también se evidenció
que el campo fue el principal afectado de las políticas de ajuste y de apertura
económica aplicada por el gobierno de Gaviria (1990-1994) y Samper (1994-1998).
Desde esta época el movimiento campesino se ha venido estructurando a través de
organizaciones regionales como: la Asociación Campesina de Arauca, la
Asociación Campesina del Valle del Río Güéjar, en la Serranía de la Macarena,
la Asociación Campesina del Catatumbo, y la Asociación Campesina del Valle del
río Cimitarra (ACVC).
Después de 1995,
la organización Unidad Cafetera se unió con otros gremios de minifundistas,
pequeños y medianos empresarios paneleros, cerealeros y papicultores que
cuestionaron la política neoliberal y la libre importación de productos
agropecuarios, y en torno a la defensa de la producción nacional conformaron la
Asociación Nacional para la Salvación Agropecuaria de Colombia, la que se
conoce más comúnmente como Salvación Agropecuaria. Esta organización encabezó
el paro nacional agropecuario del 31 de julio al 4 de agosto de 2000, que
movilizó a por lo menos cien mil personas en 27 bloqueos a carreteras y otras
manifestaciones. Salvación Agropecuaria realizó su primer congreso en noviembre
del 2001, es una organización en ascenso y tiene un creciente número de
afiliados en 17 departamentos;
su presencia y capacidad de movilización son grandes en el antiguo Caldas,
Antioquia, Tolima, Huila, occidente de Boyacá y sur de Santander6.
En medio de las
movilizaciones unitarias de los campesinos con las centrales sindicales, el 19
de marzo de 1999 se fundó formalmente el Consejo Nacional Campesino, haciendo
parte de este dos sindicatos de trabajadores del sector rural y las siguientes
organizaciones nacionales campesinas: Acción Campesina Colombiana, ANUC –
Unidad y Reconstrucción, Asociación Colombiana de Beneficiarios de la Reforma
Agraria, Anmucic, Coordinadora Nacional de Desplazados, Fanal, Federación
Nacional de Cooperativas Agropecuarias, Federacion Nacional Sindical Unitaria
Agropecuaria FENSUAGRO, Festracol.
Entre el 7 y 8
de abril del 2003 se llevó a cabo el Congreso Nacional Agrario, en donde
participaron campesinas y campesinos, indígenas y afrodescendientes; sus
organizaciones tanto del nivel nacional como regional y local; los productores
agrícolas y ganaderos de espíritu progresista y patriótico y sus agremiaciones
y agrupaciones; los profesionales y técnicos afines a la actividad agropecuaria
y sus asociaciones; los desplazados que organizadamente trabajan por el retorno
seguro a sus lugares de origen; los investigadores, académicos y universitarios
comprometidos en la búsqueda de una paz con justicia social; los diseñadores de
políticas públicas agrarias; los ambientalistas y ecologistas; los políticos y
parlamentarios interesados en la temática rural; las centrales y federaciones
sindicales nacionales; las Iglesias y religiosos; los maestros y las organizaciones no
gubernamentales de derechos humanos y de paz7. Con el
objetivo de realizar una serie de propuestas, consignadas en el Mandato
Agrario, como lo son:
1. Derecho a la vida, plenas libertades
democráticas y respeto a los derechos humanos.
2. Soberanía y seguridad alimentaria
3. Alternativas al ALCA y a los acuerdos de
libre comercio
4. Derecho a la tierra
5. Reconstrucción de la economía agropecuaria
y agroalimentaria
6. Protección del medio ambiente
7. Política concertada con los cultivadores
de coca, amapola y marihuana
8. Derechos sociales, económicos y culturales
del campesinado, indígenas y afrodescendientes
9. Reconocimiento político al campesinado
10.
Reconocimiento
de las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes y sus derechos
11.
Derecho a
la Territorialidad
12.
Fin al
desplazamiento forzado
13.
Solución
política del conflicto armado
14.
Unidad
Este mandato se
redactó en rechazo a las políticas neoliberales del gobierno colombiano y
especialmente al libre comercio como vía directa hacia la destrucción del
sector agrario colombiano. Este documento en busca de la unidad del movimiento
campesino dice claramente:
“Es necesario
entonces que llegue la hora de la unidad pluricultural de campesinos,
indígenas, afrocolombianos y pequeños y medianos empresarios para las acciones
inmediatas en defensa del derecho a vivir dignamente y a trabajar en nuestros
territorios. Es por ello que levantamos nuestra voz de aliento oponiéndonos
vehementemente y llamando al pueblo colombiano en su diversidad a oponerse al
neoliberalismo y a la vinculación de Colombia al ALCA, así como a la guerra y a
la restricción de las libertades civiles y políticas. Pero además es por ello
que asumimos unitariamente la construcción de políticas públicas, estrategias y
programas alternativos, especialmente para la reconstrucción de la agricultura
nacional”.
Frente al
conflicto social y armado en la Colombia de hoy, paralelo a las organizaciones
de desplazados que existen en las principales ciudades, han surgido movimientos
como el de las Comunidades de Resistencia del Sur de Bolívar y las Comunidades
de Paz en Urabá, Magdalena Medio y otros lugares.
ACTUALIDAD COLOMBIANA
Las luchas
campesinas, sociales y populares en general se ven enmarcadas en la actulidad
con algunos logros y muchos fracasos, pero al igual no debemos olvidar la lucha
de nuestros dirigentes agrarios que ofrendaron su vida por esta justa causa y
es de reconocer que para seguir la lucha debemos de unirnos entorno de la
búsqueda de un país en paz con justicia social, donde los derechos de nuestros
campesinos y la población en general no sean violados, ya vemos como el pueblo colombiano hoy se une
entorno a un solo propósito, también vemos como desde las montañas de Colombia
suena ese llamado de paz que retumba en la casa de Nariño, no dejemos que solo
se quede allí, exijamos la participación del pueblo colombiano, no dejemos que
el silenciamiento de las armas nos silencie al pueblo colombiano, exijamos una
verdadera reforma agraria con planes de desarrollo de la agricultura y el medio
ambiente, donde el pueblo colombiano este educado, capacitado y formado de una
manera descentralizada, que las políticas de gobierno sean aplicadas en
beneficio del estudiante del sector rural, que no tengamos que levantar a
nuestros familiares sin vida de las puertas de los hospitales sin recibir una
adecuada atención, igualmente, el campesinado necesita, y es de obligatorio
cumplimiento del estado, el vivir en lugares habitables y tener vías de acceso
a sus lugares de vivienda y trabajo, tener acceso a las bases de información de
mercados, en cuanto a la producción agropecuaria, una política clara,
investigación y transferencia de la información con el uso de medios
tecnológicos, que las inversiones realizadas por el campesinado en el campo
colombiano sea financiada y asegurada, al igual que su trabajo, la autonomía
del INCODER será la autonomía del campo, convirtiéndose en beneficio para el
acceso a la tierra para el que la trabaja, con apoyos económicos derivados
del presupuesto nacional, una expropiación de las tierras por via
administrativa de manera que le permita al pequeño y mediano productor realizar
sus actividades productivas y pagar sus predios que se hayan negociado
voluntariamente, al igual exigir una adecuada utilización y producción de las
zonas de reserva campesina, acciones de apoyo
institucionales para la defensa de los derechos de las mujeres rurales,
las juventudes, los desplazados, patrimonio genético de nuestra agricultura, es
un sinnúmero de disposiciones y exigencias que debemos hacer desde el campo
colombiano para recuperar nuestra identidad, nuestra cultura y lograr el éxito
de estas resistencias campesinas que deben continuar.
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